La Igualdad de género en la formación Valoral. Por Alicia Gómez Beltrán

LA IGUALDAD DE GÉNERO EN LA FORMACIÓN VALORAL 1

Alicia Gómez Beltrán/Universidad Pedagógica de Durango
Ponencia presentada en el Primer Foro Nacional de Educación Inclusiva
Noviembre de 2007.

Dedico este escrito al colectivo de mujeres
que en un tiempo y un espacio hicieron posible la fundación de la Red de Mujeres Activistas de Durango.

En la actualidad uno de los temas transversales de la educación básica debiera ser la igualdad de género, pero no sólo en la práctica docente y en la escuela para madres y padres, sino también en la formación de los y las maestras, es decir, en las escuelas formadoras de docentes. Esta necesidad es patente al verificar la situación de la mujer, no sólo de México sino a nivel mundial, que contradice todas las declaraciones que a nivel internacional se han hecho sobre sus derechos. Si la situación de las mujeres comenzó a cambiar apenas más patentemente en el siglo XX fue gracias al movimiento feminista, pues comenzó a fundamentar teóricamente su discurso en la crítica a la organización de las sociedades a partir de la imposición de una visión únicamente masculina. Cabe decir que en el juego de la dominación de género las mujeres hemos sido más aliadas que víctimas, no obstante, al ser una dominación simbólica, esta alianza no ha sido de manera conciente o voluntaria.

Esto se explica porque ha sido una construcción de la organización humana milenaria a partir de lo biológico, es decir, en la diferencia biológica de que las mujeres parimos y los hombres fecundan, y que en lo social queda de manifiesto en la construcción cultural del género como biologización de lo social, esto es, cuando la identidad femenina y masculina son configuradas bajo este hecho. Esas diferencias construidas de esta manera y que han supuesto una subordinación de un sexo sobre otro son de lo más difícil de deconstruir ya que su trasfondo aparentemente es natural. Asimismo, esta construcción que en principio separa al mundo privado del público, encasilló básicamente a las mujeres en el privado (el mundo interior, que de acuerdo con P.Bourdieu contiene las actividades más invisibles, la más sucias y las más monótonas) y al hombre en el público (el mundo exterior que representa las actividades creativas e intelectuales, pero también el de la guerra y el de los actos espectaculares de poder y dominio). Nosotras somos naturaleza ellos son cultura. Sin embargo, cada vez más queda de manifiesto que esta separación conceptual sólo es útil a la ahora de analizar teóricamente la realidad social.

Así, pues, la mujer ha contribuido a su propio dominio, y sólo el feminismo con su crítica a la visión androcéntrica de la organización humana, como movimiento teórico y político, hizo posible que las cosas comenzaran a cambiar. Por ello, no deja de llamar la atención cuando algunas mujeres al argumentar a favor de nosotras anteponen la frase: “yo no soy feminista pero… “. Y esto no quiere decir que todas las mujeres nos tengamos que autoproclamar como feministas, pero tampoco necesitamos esa demarcación como si el feminismo fuera la peste y las feministas odiaramos a los hombres (nada más lejos que eso). En este sentido, no reconocer al feminismo como el movimiento social más importante del siglo XX, y que sin el en la actualidad la sociedad no se plantearía, ni siquiera, como una aspiración la igualdad de género, solo patentiza la ignorancia de ello.

Ahora bien, los fines de la educación básica nacional se encuentran establecidos en el artículo tercero constitucional de nuestra Carta Magna, así como en la Ley General de Educación (1993), y en las leyes de educación de cada entidad. Uno de nuestros argumentos a favor del establecimiento de la igualdad de género como un tema transversal en la educación básica (aunque no sólo en ella), es porque en estos fines no se encuentra plenamente explicitada esta necesidad. En efecto, en ninguna de estas leyes que rigen a nuestra educación a nivel nacional y en nuestro estado en particular no existe como objetivo la educación para la igualdad de género y, por tanto, el impulso de una educación basada en la igualdad entre mujeres y hombres y con una perspectiva que tome en cuenta la visión de las mujeres. Esto a pesar del reconocimiento de que este es un tema transversal y de valores fundamental.

En principio debe reconocerse que las desigualdades entre niñas y niños, hombres y mujeres se generan desde la familia y la escuela, primeros ámbitos de socialización de las y los infantes, pero sin olvidar que ello se da de forma inconsciente porque es parte de un contexto más amplio de estructuración social, histórica y cultural androcéntrica. Para argumentar esta afirmación primero hay que documentarnos e informarnos para dimensionar el problema. Sólo de esta manera estaremos en posibilidades de iniciar propuestas prácticas educativas para la solución de esta problemática, y que por su naturaleza social, debe ser de largo plazo, gradual y permanente.

En “La Catástrofe Silenciosa”, Gilberto Guevara Niebla establece que el desafío de la calidad educativa tiene varios frentes de acción, entre ellos: la formación de valores. “En el complejo mundo de hoy, nuestr@s maestr@s* no aciertan siempre a definir los valores que deben transmitir ni a precisar las maneras de hacerlo…, incluyendo aquellas que se relacionan con la moral social”. Como docente tengo claro que la igualdad de género debe ser parte de la formación en valores y como aspecto primordial del ámbito de la moral social. Considerado este como un tema transversal y propuesto por la que escribe como una necesidad en la educación en valores, es obvio que esto tiene que ver con la educación para la vida y la formación de seres autónomos y responsables que estarán habilitados para el cambio personal y de actitudes y, por ende, para el cambio cultural y social.

Pero, primero hay que darle su lugar a una de las contribuciones más importantes de la teoría feminista que ha sido evidenciar que el género se construye a partir del proceso de socialización, y que en este la escuela juega un papel fundamental, más que como transformadora de los estereotipos de género, como reproductora de los mismos. Por ello la educación transversal debe generar una renovación pedagógica, de innovación curricular y de cambio en las prácticas educativas en este tema. Así, la transversalidad significa un cambio de orientación, de mirada, de presupuestos teóricos y metodológicos y de finalidades educativas.

De lo anterior se deriva que los temas transversales en ningún caso pueden presentarse como elementos independientes y desvinculados de la realidad social y de la crítica a las culturas dominantes, en este caso del androcentrismo. Las propuestas de transformación educativa deben derivarse de esos análisis. Los elementos críticos agudizan las contradicciones de los sistemas hegemónicos, como lo es la dominación de género. De este modo los temas transversales conllevan un compromiso crítico e innovador que eduque con decidida voluntad de transformación social.

Sin embargo, hay que reconocer que en nuestro país la situación de la educación en el tema de la igualdad de género no se ha trabajado lo suficiente, ni se le ha dado la importancia que se merece. Existe un vacío de contenidos curriculares y de materiales para su enseñanza. Estamos ante un tema aún marginal pese a su prioridad individual y social.

Pero, ¿qué debemos entender por formación en valores? La formación en valores es aquella que problematiza temas vitales que afectan las posibilidades de una vida humana digna. No importando que los temas problematizados se refieran al ámbito de los comportamientos privados o al ámbito de las decisiones públicas (colectivas). Asimismo da igual que sean temas de variada índole: políticos, científicos, medio ambientales, de justicia e igualdad, de convivencia o de cualquier otro tipo, siempre y cuando afecten en relevancia la vida humana. En este sentido, remarcar lo valioso de trabajar en pro de la igualdad de género en la escuela redundará en una vida digna de las futuras mujeres. Para finalizar, expongo mi propuesta de la igualdad de género como parte de la educación en valores en cuatro niveles, a saber:

1.- Como valor universal, y como parte, por tanto, de la educación de los Derechos Humanos Universales. Pero también en la educación en específico de los Derechos Humanos de las Niñas y las Mujeres, incluyendo la historia de estos.

2.- Desde la perspectiva de la construcción de los valores en las y los infantes, a través de la teoría de Kohlberg del desarrollo del juicio moral de las niñas y los niños en la aplicación a situaciones de la vida cotidiana que pongan en juego la igualdad de género.

3.- Como una cuestión moral ya que su abordaje como arriba lo planteamos es un tema vital que afecta a la vida digna de niñas y mujeres. Pero como tema a debatir dentro del aula para su plena reflexión por parte del alumnado, de este modo tome conciencia por sí mism@ y contribuya al cambio personal y social.

4.- En la fundación de la escuela coeducativa en nuestro estado. Igual educación y socialización de niñas y niños.

No es exagerado concluir que el valor de la igualdad de género debiera ser el valor supremo de toda sociedad, el sustento de estas, el imperativo categórico (recordando a Kant), y esto simplemente porque la humanidad sólo esta constituida por mujeres y hombres, independientemente de nuestras preferencias sexuales.

Por último, espero que esta propuesta llame la atención y tenga eco de las autoridades educativas a todos los niveles de la educación básica.

* Las @ son de la autora.

















1/ PRIMER FORO NACIONAL DE EDUCACIÓN INCLUSIVA. “EDUCAR EN LA DIVERSIDAD”. UNIVERSIDAD PEDAGÓGICA DE DURANGO, 26, 27 y 28 DE NOVIEMBRE DE 2007.



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