"Ashly" La vida de una niña especial... Por: Clara Frías Álvarez y Hortensia Hernández Arroyo

“Ashly” la vida de una niña especial:
Entre el silencio y la lucha por la no exclusión


Me llamo Ashly…

Hola mi nombre es Ashly Cyrene Sandoval López, soy una niña de 4 años y te voy a contar mi historia:

Mi mamá se llama Olga Miriam López Orozco y cuando era pequeña tuvo un accidente, mismo que le trajo como consecuencia: quedar sorda de ambos oídos. Entonces mis abuelos, siendo una familia de escasos recursos decidieron empezar a buscar una escuela para ella. Por fin la localizaron y al preguntar sobre los requisitos le dijeron a mi abuela que mi mamá necesitaba unos aparatos auditivos. Como no tenían para comprarlos porque son muy costosos, y la situación económica era muy precaria, continuaron buscando una opción para obtenerlos, poco tiempo después encontraron a una trabajadora social que les dio pistas para hacer los trámites necesarios y que le pudieran donar los aparatos que mi mamá necesitaba.

Ya con su aparato inició la escuela, donde pudo convivir con muchos niños y niñas con la misma discapacidad. Mi abuela cuenta que a mi mamá le gustaba mucho ir a la escuela y que siempre mostró gran entusiasmo e interés por aprender cosas nuevas y se esforzaba desde entonces para salir adelante, ¡claro esta, que también, era por su apoyo!. Antes de ir a la escuela mucha gente trataba mal a mi mamá por ser una persona sorda, porque pensaban que esa enfermedad era contagiosa. Incluso no dejaban que sus hijos se juntaran con ella. Ahora sé que a eso se le llama discriminación.

Mi mamá se dio cuenta de todo esto y decidió esforzarse mucho para estudiar. Terminó la primaria y la secundaria con un gran empeño superando todas las adversidades inmediatas y sin más decidió estudiar la carrera de asistente educativo. Le fue muy difícil terminarla porque cada vez fueron aumentando las prácticas discriminatorias y a eso se le iba aunando la escasez de recursos económicos. Cuando egresó por su condición no pudo obtener ningún empleo. Después de mucho tiempo logró conseguir trabajo en un centro de atención especial en el módulo Héroes de Padierna. Las cosas no marcharon bien y después del abuso constante decidió dejar ese empleo a pesar de su voluntad ya que siempre se entregó con responsabilidad a las niñas y a los niños.

Así emprendió nuevamente la búsqueda de un trabajo. Ya cansada y sin que mi abuela se enterara consiguió dinero para comprar calendarios y dulces, mismos que empezó a vender en el metro a pesar del miedo, la incertidumbre y la angustia que le provocaba que la descubrieran las autoridades o peor aún que los mismos vendedores le hicieran daño. Finalmente sin importarle esto comenzó a trabajar, entonces ahí conoció a mi papá que se llama Alfonso Sandoval Basilio. Él también es discapacitado. Él también es sordo de nacimiento junto con sus tres hermanos.

Mi papá y mi mamá iniciaron una relación de novios que duró aproximadamente tres años, posteriormente se casaron y al poco tiempo nací yo. A mis papás, abuelos y familia en general les dio mucho gusto mi nacimiento. Todos piensan y siempre se lo han dicho a toda la gente que conocen: ¡que soy una bendición!

Mi abuela cuenta que un año después de haber nacido y de algunos estudios los médicos les informaron que tenía sordera profunda. Entonces mi mamá me abrazo y me dijo a través de sus manos y su mirada que ella y yo, no nos vamos a oír, pero que nos entenderíamos con las manos y que con su amor, comprensión y paciencia saldríamos adelante.

Durante mi vida he tenido muchas situaciones bonitas y otras muy difíciles y feas. Voy a contar solo algunas anécdotas para compartir lo que me ha tocado vivir. Todas ellas me han sido contadas por mi mamá y mi abuela. Ellas son las personas más importantes para mí.

Bueno, pues empiezo: cuando estaba recién nacida nos fuimos a vivir con mis abuelos maternos. Ellos se la pasaban casi despiertos toda la noche al pendiente de mí, se preocupaban de que algo malo me pasara. Como no emitía sonidos al llorar, aunque si me salían lagrimas, se preocupaban de que necesitara ser atendida y nadie se percatara de ello. Por eso se levantaban e iban a cada rato a la cama de mi mamá donde yo dormía con ella. Mi mamá al darse cuenta de lo que hacían, decidió amarrarme un cordón en mi mano y otro en la de ella, así al mover mis manos cuando tuviera hambre o necesitara cambio de pañal podría darse cuenta si me movía y despertaría para atenderme. Con esta estrategia mis abuelos ya no tendrían que desvelarse y podrían dormir tranquilos.

Otra anécdota más sucedió cuando nos fuimos una temporada a vivir con mis abuelos paternos. Siempre que mi abuela materna cuenta esto se pone a llorar porque dice que cuando venían mis papas de visita le traían despensa, le llevaban aceite, arroz, frijol, galletas, leche en polvo, etc. En una ocasión se encontraban de visita en su casa así que los invitó a una excursión donde visitarían un pueblo donde hay una iglesia muy bonita. Bueno, se organizaron y llegó el día, parece ser que llegaron listos para que nos fuéramos y dejaron sus pertenencias en alguna parte. Mi abuela las tomo para acomodarlas y cuando agarró la mochila de mi mamá, la sintió muy pesada. Se preguntó qué traería, inmediatamente la abrió y vio con profunda tristeza lo que contenía. Ni más ni menos que calendarios y dulces nuevamente, con la leyenda de ¡disculpe las molestias soy sordomuda y necesito su ayuda…! Esto la consternó profundamente ya que siempre le había dicho a su hija que esto de vender en el metro no era para ella porque para eso se había esforzado en darle estudios. Después del enojo vino la calma y mi abuela comprendió que necesitábamos ayuda para sobrevivir. Por lo que nos pidió que nos fuéramos a vivir con ella y con mi abuelo. Que entre todos harían lo posible por ganar lo suficiente y poder vivir dignamente

Mi primer escuela…

Ya por fin instalados en la casa llegué a la edad de entrar a la escuela. Mi mamá se dio a la tarea de buscarme donde acudir a terapias y a una escuela. Pero como ya lo dije: no hay lugar en donde seamos bien recibidas las personas con discapacidad porque a pesar de los años, y supuestamente de la cultura que dicen haber fomentado en la ciudadanía, me hicieron lo mismo que a mi mamá, me cerraron las puertas de varios centros de desarrollo infantil. Y supuestamente dicen: ¡que en esas instituciones no existe la discriminación!

Afortunadamente mi mamá no se dio por vencida y siguió buscando oportunidades para mí, ¡claro esta, que siempre con el apoyo incondicional de mi abuela Rosy!. Después de deambular un buen tiempo por fin llegué al Cendi de Atacaxco y me encontré con gente muy linda que me ha ayudado junto con mi familia a aprender todo lo relacionado a esta etapa de mi vida. He podido convivir e interactuar con todos los niños y las niñas de todas las salas desde maternal hasta preescolar, también con el personal del Cendi, la comunidad de padres de familia, las autoridades de la delegación, los trabajadores que llegaban a realizar algún mantenimiento. En fin con todas y todos. En este espacio educativo nunca se me limitó. Pero tampoco se me consintió. Cuando era necesario extremar los límites lo hacían por igual. Para todas y todos los niños incluyéndome a mí.

Pero esta experiencia en el Cendi Atacaxco, no se las voy a contar yo se las va a contar mi maestra Brenda y la directora la maestra Hortensia porque es importante compartir lo que ocurrió cuando solicitaron un lugarcito para mí.

La inscripción de Ashly…

Hace un año más o menos por estas fechas –primeros días de agosto- llegaron a la escuela dos personas adultas y una niña. Al presentarse la señora mayor dijo el nombres de las tres: Soy Rosy la abuela materna, ella es Miriam y es la mamá y ella es mi nieta Ashly. Les pregunté que en qué podía servirles. Pidieron hablar con la directora. Les comenté que yo era. Me llamo Hortensia y estoy para apoyarlas. Me pidieron la inscripción para la niña.

Como aún había lugar les pedí los papeles de la niña y sus datos. Antes de decírmelos se miraron y al voltear a verme, les pregunté -¿no traen sus papeles? No se preocupen me los pueden traer mañana, pero si denme los datos para considerarla. Volvieron a mirarse y la abuela comentó con los ojos rojos: “Ashly es una niña especial, ella es sorda” Les comenté que eso no era un problema. Que implicaría algunos ajustes porque habría que prepararse para recibirla y atenderla con el respeto que se merece. Se fueron felices sin antes mencionarme que ya habían intentado inscribirla en esta escuela pero que la respuesta fue negativa. Se fueron contentas porque Ashly quedo inscrita.

Un compromiso para todas y todos…

Confieso que me sentí preocupada porque no sabía como responderían mis compañeras, pero no tenía el derecho de negarle la oportunidad a una pequeñita. Y así comencé a platicar con el equipo de trabajo ya que el reto que se nos presentaba era mayúsculo y requeriría de mucho compromiso no solo de la que fuera la maestra a cargo sino a todas por que Ashly al inscribirse sería un miembro más de la comunidad.

Reflexionamos en colectivo sobre el caso. En especial con Brenda por que por la edad de la pequeña era muy probable que le tocara en su grupo. No hubo objeción alguna porque somos un equipo y entre todas y todos tendrías que aprender muchas cosas para poder atenderla con calidad. Ella Argumentó: “-Creo que será necesario hacer ajustes pero eso es igual para todas las niños y los niños. Cada uno de ellos es especial. Y todos tienen requerimientos y necesidades. Y si todas cooperamos saldremos adelante”

Le informé a mi jefe inmediato , le explicité todo lo ocurrido. El me contestó que no estaba enterado de que se le hubiera negado la inscripción y que de ninguna manera podríamos discriminarla ya que la SEP y la Comisión Nacional de los Derechos Humanos están impulsando una campaña sobre la lucha contra la discriminación. Y que desde la Delegación se apoyaban estas acciones. Así que el equipo ya estaba casi completo. Solo faltaba sensibilizar a las madres y los padres de familia de las niñas y los niños que acuden al Cendi. Planeamos abordarlo en una reunión general para sensibilizarlos. No fue fácil dado que hay una serie de mitos al respecto. Después de aclarar las dudas y solicitar su apoyo, se acordó hacer todo lo posible por no señalar, ofender, ni maltratar a ningún niño o niña. Se habló de los derechos de la infancia y se concluyó que sin distinción le son inherentes a todos. El primer paso estaba dado. Se había establecido una comunidad que estaba informada sobre las implicaciones y la responsabilidad de tener como integrante a una niña como Ashly.

El vínculo escuela-comunidad…

En la escuela ya se trabajaba arduamente con las madres y padres de familia. Pero con la de Ashly se estrecharon más los lazos. Su mamá y su abuelita se comprometieron a apoyarnos para decirnos como hacerle para comunicarnos con Ashly. Así nos organizamos para aprender sobre el lenguaje de señas. Nos llevó un libro y material fotocopiado en donde venía el abecedario manual y algunas recomendaciones para tratar o entender que pasa con los sujetos que tienen sordera profunda. Fuimos aprendiendo mucho. Por ejemplo: los niveles de sordera, la forma de atenderlos clínicamente, los tipos de aparatos, el lenguaje de señas, las instituciones que apoyan, en fin fue muchísimo. Lo interesante es que iba acompañado de la explicación que hacía La abuelita Rosy, ella siempre fue un factor clave para mediar entre la mamá de Ashly y la pequeñita.

Las primeras experiencias en el salón de clases…

Como ven fui muy afortunada. En la escuela siempre me reconocieron como una niña con derechos. No se me excluyó. Desde el principio fui tratada con respeto. Ahora les voy a contar lo que me paso en mi salón. Como ya tenía los cuatro años cumplidos me inscribieron en preescolar “B”. Yo no les voy a decir como me fue, mi maestra Brenda les va a contar lo que sucedió:

-Desde el primer momento en que me enteré de que iba a tener una niña con discapacidad (sordera) tuve sentimientos encontrados. Por un lado sentí una emoción inmensa, porque sabía que me esperaban cosas nuevas por aprender, pero por otro me entró el temor de ¿Cómo le iba a hacer para atenderla? ¿Qué iba a ser para comunicarme con ella? ¿Cómo le haría para que las niñas y los niños la aceptaran?

El primer día de clases que se integró Ashly, sentí un gran aprecio hacia ella, pues tiene un corazón enorme para demostrar todo su sentir hacia la gente que la rodea. Tuvimos buena química desde el primer momento en que ella y yo interactuamos. Al principio no sabía de que manera comunicarme y opté por hacer mímica a lo que quería que me entendiera, pero ella miraba mis labios y repetía los movimientos de mi boca. O sea que no me funcionó. Por lo que decidí seguir tres rutas. Primero consulté a la pedagoga, a la psicóloga y a la trabajadora social; nos dejamos tareas concretas para investigar. Justo esta fue la segunda tarea ponernos a indagar en donde fuera. Teníamos el reto de comunicarnos para después avanzar en otros aspectos. Tercero le pedimos apoyo a la abuelita y a la mamá de Ashly, me apoyaron con unos dibujos, me enseñaron algunas señas básicas y un abecedario con ejemplos, el cual tuve que aprender con el paso del tiempo. Esta fue la primera prueba que superé.

Las niñas y los niños…

El siguiente gran reto fue establecer una red social de apoyo entre todas las niñas y los niños de salón. No solo para que se comunicaran sino para que se respetaran. Las preguntas no se hicieron esperar: -¿maestra porque Ashly no habla ni escucha como nosotros? A lo que yo les respondí: -Ella es una niña muy especial entre nosotros. Es muy capaz y tiene los mismos derechos que todas y todos. Ella no puede oírlos. Por ello tendremos que aprender a comunicarnos con ella.

Cuando establecimos los acuerdos del salón señalamos que para comunicarse con Ashly tendrían que hacerlo frente a frente. Que no lo hicieran cuando estuviera de espaldas porque ella requiere de verlos frente a frente. Aprendieron algunas señas básicas. Y le hablaban despacito para que pudiera hacer el esfuerzo de leerles los labios.

No fue fácil. Al principio querían hacerle todo. Ella a veces abusaba. Se tuvieron que establecer acuerdos para que se le respetara y se le brindara la oportunidad de aprender por sí misma.

A mediados del ciclo escolar ya habíamos aprendido a trabajar todos juntos. Para trabajar los contenidos y poder atender las necesidades de Ashly les pedía que se ubicaran de forma que nos viéramos siempre frente a frente. Me apoyaba siempre de imágenes, de mímica, de expresión verbal y conforme fui avanzando en mi alfabetización del lenguaje de señas lo empleaba. Así pase de lo básico a lo intermedio.

De la misma manera le explicaba las actividades a realizar, los materiales a utilizar y la tarea para la casa. Poco a poco me fui sintiendo más competente. Y los niños y las niñas se acostumbraron a escuchar mi voz, a ver mis manos, a mirar los dibujos y a leer las señas.

A mis demás compañeras les llamaba mucho la atención como los niños platicaban y se comunicaban con Ashly, ¡Quiero decir que a mí también!. Obviamente tenía que intervenir para explicar como debían hacerlo, ellos se expresaban a través de la imitación o con mímica, no se limitaban, verdaderamente se esforzaban por considerarla.

Algo que posibilitó que hubiera avances notables en la integración de la niña fue que establecimos mucha comunicación con la maestra que le daba terapias por la tarde. A veces tenía que ir por las mañanas. Y esto no generaba de ninguna manera problemas. Por el contrario era una oportunidad para que Ashly llegara fortalecida y con más avances en el desarrollo de sus competencias.

Ashly era una niña como todos; jugaba, platicaba, se enfadaba, sonreía y lloraba. Si alguien la hubiera visto por primera vez nunca se hubiera dado cuenta que era sorda. Se habrían sorprendido de que ella adquiría el aprendizaje a través de su vista y no necesariamente de sus oídos.

Al término del ciclo escolar los niños y yo nos dimos cuenta de algo muy importante que nos enseñó Ashly: ¡Que para lograr lo que te propones es necesario brincar todas las barreras y superar los obstáculos que nos pone la vida ya que los verdaderos triunfadores son los que creen poder hacerlo y lo hacen!.

Mis primeras palabras…

Quiero decirles que durante todo el ciclo escolar he aprendido mucho. Ya se de los dinosaurios, de las frutas, de los colores, ya reconozco la letra con que empieza mi nombre, es la letra “A”. En fin, se muchas cosas, pero lo más valioso que he aprendido es que mis compañeras y compañeros me aceptan como soy. Buscan la forma para explicarme los juegos, le pregunta a mi abuela que como pueden hacerle para preguntarme o platicarme tal o cual cosa.

Antes de que acabara el año. Mis amigas y amigos estaban contentos, porque ya puedo pronunciar algunas sílabas y cuando quiero señalarles algo o me emocionó mucho emito sonidos muy fuertes y agudos. Ya no solo me comunico con mis manos ya se que tengo voz y poco a poco aprenderé a usarla. Algún día cuando pueda hacerlo regresaré para agradecerles su apoyo.

Nuevamente a seguir luchando…

Ya no pude continuar en el Cendi por que ya cumplí 5 años. Mi abuela, mi mamá y yo fuimos a buscar un Jardín de Niños. Y volvió a empezar la misma historia. Nos han cerrado las puertas. Dicen que no pueden recibirme por que no están capacitadas para hacerlo. ¿Cómo se le podrá hacer para no excluir a las personas como yo? ¿Cómo hacer que se den cuenta que todas y todos tenemos los mismo derechos y por tanto las mismas oportunidades? Aún no se las respuestas y solo se que no me daré por vencida nunca…

Finalmente agradezco a mi abuela, a mi mamá, a mis maestras y a todas y todos los que ayudaron a que mi voz pueda escucharse a través de estas palabras escritas.
Ashly.







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